Querido Joaco:
Escribirte esta carta no es fácil, pero de alguna manera terapéutico, no puedo quedarme con todas estas emociones y bellos recuerdos guardados, de alguna absurda manera creo que podrás leerla y saber lo importante que eres para mí.
La amistad a veces se construye durante años y algunas otras simplemente llega y se establece como fue en nuestro caso. Te conocí en el trabajo, fuimos compañeros de profesión y en los últimos años también de vida. No puedo recordar el preciso momento en que te conocí, pero eso realmente no importa porque llevo conmigo tantos divertidos y alegres momentos que vivimos juntos. Tu sincera, generosa y desinteresada amistad es algo que recordaré siempre.
Eres (aún no puedo escribirte en tiempo pasado) un hombre tan creativo e inteligente como pocos y tu manera imprudente de hacer reír a la gente es un don que pocas veces se experimenta. Muchas veces me alegraste y estuviste para mí en momentos difíciles y en otros mejores, pero siempre estuviste allí a pesar de a veces ser un ermitaño al que había que hablarle o escribirle diez veces para obtener respuesta, creo que es una característica común en personas que son tan talentosas como tú. Me cobijaste en tu taller de carpintería como un amigo antes de que nuestra amistad se hiciera tan fuerte, me compartiste tus conocimientos y me cuidabas de no perder las manos usando la sierra eléctrica cuando intentaba cortar con mi nula experiencia. La primera pieza que hicimos juntos aún tiene un lugar especial en mi casa, es una repisa de madera con orificios que forman el perfil de varios de mis libros favoritos en los que encajan a la perfección, fue idea tuya, como siempre, y la ejecutaste con excelencia como era tu costumbre. Te recuerdo dibujando el primer sketch sobre una tabla y tratando de explicarle a mi poco imaginativa mente como resultaría la pieza. Pasé horas a tu lado lijando, cortando pero sobretodo sintiéndome acompañada en ese periodo en el que pasaba un momento difícil. Luego se te ocurrió que tomando la idea de una de mis historias favoritas “Alicia en el País de las Maravillas” podríamos hacer un espejo con repisas para que colocara mis piezas de colección, “Alicia detrás del espejo” me dijiste con tu singular brillo en los ojos y bella sonrisa. Y así lo hicimos, charlamos y lijamos por horas, reíamos todo el tiempo y eso era gracias a ti. Fui testigo de cómo tus alumnos te querían, del impacto que tenías sobre ellos, tuvimos mucha suerte de poder compartir contigo ese espacio en el que eras feliz, al lado de máquinas, madera y aserrín.
Luego pasamos a un proyecto aún más grande y un gran reto para mis manos troncas y mi nula experiencia en la carpintería, me acompañaste a comprar la madera adecuada, te fijabas en cada detalle como las marcas que sobresaldrían, los tonos y la rigidez de la madera. Juan, tu fiel compañero de carpi y amigo (otro talentoso) se unió al proyecto y como ya era costumbre pasamos horas juntos mientras yo lijaba y reía de sus ocurrencias y discusiones absurdas. Finalmente terminé la mesa que se encuentra en mi comedor y por primera vez expuse en la muestra de fin de cursos del taller de carpintería. La mesa sigue en pie, firme como el cariño que te tengo.
Ese fue sólo el comienzo de varios años de amistad, de charlas interminables, de risas, de abrazos cariñosos con tus manos ásperas pero siempre abiertas. Nos encontrábamos muchas veces en los pasillos de la escuela y desde el otro lado del pasillo me cantabas a todo pulmón “teacher, leave the kids alone” provocando una sonrisa en todos los que te escuchaban.
La biblioteca del ISAD se convirtió también en un lugar común en el que tenía la oportunidad de verte y platicar aunque fuera por cinco minutos, los cuáles me dejaban con una gran alegría para el resto del día. Cuando cambié de puesto y me pusieron temporalmente una pequeña oficina ubicada en la biblioteca comenzaron las visitas y las bromas recurrentes junto con tu amiga pero sobretodo cómplice de cabecera María a quién has dejado medio viuda. Un día llegaste a entregarme una carpeta con documentos “muy importantes” la abrí y entre las hojas me habías llevado una pequeña víbora que habían encontrado en la biblioteca y por supuesto grité y maldije aunque después reí como pocas veces por tu ocurrencia.
A veces llegaba a la oficina y encontraba pequeñas notas que me escribías deseándome un buen día, aún las conservo. Tú y María decoraron la pantalla de mi computadora con arañas de goma uno o dos días después de que me asustaron nuevamente con una tarántula, esa era tu manera de “disculparte”.
Pasamos varias noches a la luz de las velas en casa de nuestra amiga Bere, a veces nos leías partes de libros, nos contabas una y otra vez la misma anécdota y aún así nos seguíamos divirtiendo. Tienes una habilidad única para entretenernos.
El día que hice mi examen de grado de maestría me llamaron tú y María (tu secretaria como le decías) para desearme suerte, hicieron un cartel –bastante imprudente jajajaja- en el que escribiste: “Felicidades en este día tan venturoso que se logren todas tus metas, que no se te caiga el sistema y que puedas volar rumbo a Narnia en un camaleón dorado, convertida en la reina absoluta, para que puedas luchar por tus ideales como una perra”. Esa era tu forma única de siempre estar presente, en las buenas, en las malas y en las peores, siempre allí, como un gran amigo.
Me acompañaste en mis cumpleaños llevando regularmente regalos peculiares y divertidos que nadie más entendía, ahora que lo pienso siempre recordaste nuestras conversaciones, nuestras bromas y con todos esos detalles construías o encontrabas el regalo perfecto, lleno de significado para nosotros y nulo para los demás que generalmente nos veían con cara de extrañeza.
En uno de los últimos cumpleaños que pasé en Chihuahua me llevaste un cartel enorme con un retrato que hiciste de mi, intercambiaste mi rostro con el de la pintura de Mao Tse Tung (Andy Warhol) por supuesto con la ayuda de tu cómplice María, así de bien me conoces. Afortunadamente conservo todos y cada uno de esos recuerdos.
Cuando estrené mi nueva oficina fuiste uno de los primeros en visitarme, te sentabas a mi lado a charlar, quejarte, renegar por que tenías que llenar evaluaciones que no querías o simplemente a pasar el rato. Tu entrada a la oficina siempre causaba una mezcla de alegría y cierto temor por tu próxima ocurrencia imprudente. A veces no filtrabas las palabras y me avergonzabas, pero nunca con mala intención y eso lo entendíamos todos.
No recuerdo un día importante en mi vida (desde que te conozco) en el que no hayas estado, siempre presente, cariñoso. Acostumbrábamos sentarnos juntos en las posadas del trabajo, era la mejor manera de pasar una noche divertida, nos pusiste apodos a casi todos, contabas y reías con tus propias historias y nos alegrabas. Hacer que tuvieras un correo electrónico, Facebook o simplemente que contestaras el Whatsapp era un odisea que le debemos agradecer a tu “secretaria” María, siempre a tu lado tratando de rescatarte de esta era tecnológica que no es tu fuerte.
Cuando me vine a vivir a Suiza me alegraban los días con sus video llamadas en las que no hablábamos de nada y de todo a la vez, a tu manera siempre estuviste presente a pesar de la distancia y de tu poco uso de la tecnología. Quienes me conocen tan bien como tú saben que odio los musicales, te burlabas de mí porque no he visto “La Novicia Rebelde” y me comparabas con ella corriendo por las montañas alpinas, creo que esta noche veré esa película y espero que me acompañes.
Te extrañaba y ahora te extraño aún más. Tu partida me ha roto el corazón, eres un amigo como pocos, amo tu insolencia y gracia, tu generosidad, la alegría que compartías aún en los momentos en los que no la tenías. Lo único que deseo es que hayas sido feliz, que sepas lo mucho que significas para tantas y tantas personas, lo mucho que nos enseñaste y cuánto te queremos.
Te quiero mi Joaco.
Gracias Karina, llenaste de imágenes tu texto, tus recuerdos... Gracias por compartir. Joaquín sembró mucho, gran cosecha recibirá. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Karina, llenaste de imágenes tu texto, tus recuerdos... Gracias por compartir. Joaquín sembró mucho, gran cosecha recibirá. Un abrazo
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