Soltar, dejar ir, encontrar.

     Ese momento en el que nos vimos abrazados ante la puerta de seguridad de un aeropuerto, cliché de películas románticas cuando todo alrededor se detiene, pierde importancia y lo único que percibo son tus brazos rodeando mi cuerpo, algunas lágrimas se mezclan en nuestro rostro y sabemos que es el momento de soltar y dejar ir.
No era un “adiós” pero eso no lo hizo menos doloroso, habíamos decidido pasar el resto de nuestra vida de la mano y ahora debíamos soltar, dejar ir.
Solté, me fui, tomé un avión, resistí las lagrimas y mi garganta lo sabía, tuve que seguir.
He reído, disfrutado del tiempo familiar, de mis entrañables y raros amigos, de la música, del cine, del sol, de las delicias de mi país, de todo lo que me hace quien soy y sí, debo de reconocer que he sido feliz todo este tiempo sin ti, más de lo que creí podría ser y sé que tú también lo has sido sin mi.
Y es así que lo entiendo, somos individuos, lo seguimos siendo y esa es la mejor parte de todo, construimos una vida juntos, pero somos TÚ y YO, unidos por una conjunción e independientes.
No debo de negar las ganas de contarte cada pequeño detalle de mi vida, de esa manía de guardar en fotografías los momentos que quisiera compartir contigo, la necesidad de llenar la cama de almohadas para no sentir tu ausencia y abrazarme a tu ropa para sentir tus abrazos, pero todo lo anterior sólo refleja lo mucho que deseo volver a tomar tu mano y coincidir. Soltar, dejar ir y encontrar.
Como alguna vez lo escribí: “Quiero un amor que pueda ser perfectamente feliz sin mí, sólo así sabré que toma de mi mano por verdadero y profundo amor”.
La fortuna nos ha alcanzado.

K&T


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