Del amor, los sueños y las realidades.
Aunque para muchas personas parezca algo difícil de creer,
hay –me incluyo- mujeres que nunca hemos
soñado con vernos a nosotras mismas enmarcadas por un voluptuoso vestido de
novia blanco, caminando por el altar del brazo de nuestro padre, coronadas por
un velo símbolo de pureza. Personalmente me asusta la idea de protagonizar un
evento de tales magnitudes y tener tanta atención. Entiendo que, para algunas,
es un sueño construido desde la niñez, colección de recortes de posibles
vestidos, nombres de canciones románticas para bailar como primera pieza del
nuevo matrimonio, imágenes de pasteles, adornos, centros de mesa, recuerdos,
agradecimientos, invitaciones, ramos, zapatos, velos, y la lista sigue y sigue.
Me parece tan absurdo como seguramente les parece a ustedes mi postura, no se
trata de encontrar quién tiene la razón, se trata de la construcción misma de
los sueños. Recuerdo que mi infancia
estuvo llena de amigos, amores platónicos, tardes de “bote volado” e incluso de
jugar a la “casita” por horas cumpliendo al pie de la letra con las
obligaciones que esto implica, incluyendo los tradicionales pasteles de lodo.
Curiosamente, me visualizaba a mí misma como ama de casa, como madre, mas no
como esposa. Digo “curiosamente” porque podría pensarse que el rol dedicado al
hogar podría ser menos atractivo para una niña que el hecho de ser la esposa de
alguien. En mi caso fue –es- lo contrario, desde muy joven soñaba con la idea
de mudarme a mi propia casa, empecé a comprar vajillas, vasos, sartenes, con la
ilusión de construir mi sueño, y como suele suceder cuando uno tiene claro lo
que quiere, lo conseguí a una muy corta edad. No voy a negar que, la realidad nos revela situaciones que no contemplamos
al soñar la vida a través de las virtudes de la independencia de los padres, pero
desde mi punto de vista, vale la pena. He
echado raíces en más casas de las que tal vez hubiera querido, ha sido muy
doloroso cerrar permanentemente la puerta de la que creí sería mi hogar y
entonces aprendí que el hogar lo conformo
yo, es ese lugar donde me siento cómoda, segura, tranquila, al que quiero
volver cuando tengo un mal día, el que decoro y re decoro en mi mente cuando no
puedo dormir y el que me gusta compartir con la persona que me produce las
mismas sensaciones que el propio hogar. Sobre el amor, sólo afirmaré: nada es
estático, nada es permanente e inamovible y en eso radica su belleza.
Cuando lo pienso con
detenimiento, el amor, los sueños y la realidad se construyen con voluntad, no
es el ingrediente único, sin embargo, sin este, ninguno existe. Tengo la
voluntad de soñar, de construir en mi mente lo que quiero en mi realidad, tengo
la voluntad de amar y ser amada, de dejarme amar; con voluntad nada me detiene.
Real Academia Española, 2014
Me gusto mucho la lectura, y creo que somos varias las que no crecimos con el sueño de la gran boda, son otros los sueños que se han ido conformando durante las diferentes etapas de nuestra vida.
ResponderEliminar