Notas de Viaje Segunda Parte

            Además de sus paisajes inmaculados, los Alpes que se levantan para demostrar lo pequeño que somos, hay algo que indiscutiblemente me sorprendió. En Suiza existe una reglamentación que obliga a todas las personas a construir un búnker en el sótano de sus casa, sí un búnker, creo que tuvieron la misma expresión en el rostro que yo al ver esa enorme y pesada puerta de un ancho indescriptible que encontré al entrar a la casa. A pesar de ser un país por demás neutral, nunca ha sido invadido, no ha sufrido una guerra en su territorio ni siquiera tiene un volcán o alguna otra amenaza natural salvo una avalancha en tiempo de invierno, esta reglamentación permite que todas las personas tengan acceso a un búnker cuando así lo requieran. Los grande edificios de departamentos tiene  también uno un poco más comunitario en su sótano, las escuela, oficinas, etc. Cuentan con algunos otros estratégicamente localizados en los bosques, supongo que por si el desastre te alcanza acampando o de paseo. Si las personas no desean tener un búnker en casa, entonces tienen la opción de pagar una tarifa anual para acceder a un lugar reservado para ellos en el búnker público más cercano a su domicilio. Quisiera que pudieran imaginarlo a través de mi letras, es un espacio relativamente pequeño, alrededor de dos por cuatro metros localizado en el sótano de la casa, tiene muros muy anchos, tal vez de treinta centímetros, cuenta con un sistema hidrosanitario que hace las funciones de un baño, un sistema de calentamiento de agua y del espacio, así como salida de aire al exterior el cual impide que ingrese al interior del búnker, ya saben, en caso de que esté contaminado con algún tóxico mortal. Su puerta es de un ancho grosor, parece construida con metal y concreto y la ventana tiene las mismas características en una dimensión más pequeña.  Me cuesta trabajo entender la finalidad de esta reglamentación, me niego a creer que es sólo una cuestión de prevención, sin embargo me queda muy claro que en caso de que la Tercera Guerra Mundial estalle, sólo los suizos sobrevivirán y como dijo un amigo: “Estos ochocientos chícharos van a repoblar el mundo” . J

            Aunque hubo momentos que me hicieron cuestionar mis propias costumbres y salud mental, también hubo otros en los que se deja ver la calidez que tenemos los latinos y la carencia de la misma en este tipo de países. A pesar de que las personas resultaron ser mucho más cálidas, amigables y bailadoras de lo que yo esperaba, me atrevo a confesar que aún no supero el hecho de ver a una persona saludar de mano a sus abuelos. ¡Yo qué mas daría por tener a mis abuelas en esta vida para comérmelas a besos! Desconozco si tiene base en alguna tradición sobre el respeto o algo parecido, ya que con los padres son por demás cariñosos y cercanos, así como con los hermanos y amigos, pero, ¿de mano?. De acuerdo, no tengo que comprenderlo.

            Las culturas se transmiten y expresan a través de su comida, del ritual de la preparación de los alimentos, de la atmósfera que se genera a su alrededor, Suiza tiene una cocina deliciosa, a base de muchos embutidos, pan, por supuesto mucho queso y lácteos en general. Mis favoritas fueron las salchichas blancas de San Galo, ¡Una delicia! No es necesario acompañarlas con mostaza, salsas de ningún tipo, por el contrario, sería estropear su delicioso sabor. Para mí, lo mejor, es poder degustar una rica y nutritiva ensalada cosecha del huerto familiar, con zanahorias, pepinos, calabazas libres de pesticidas y químicos poco saludables. Es un gran ejemplo y nueva meta personal, espero que el sol y el clima desértico de mi rancho me lo permitan. Ni hablar del postre, pasteles rellenos de fresas recién cosechadas de este mismo huerto, mermelada preparada en casa, no hace falta aclarar que con fruta procedente de este mismo vivero. Simplemente lo que este mundo necesita, recientemente leí que si sólo el diez por ciento de la población generara su propio alimento, específicamente hablando de frutas y verduras, el mundo experimentaría una reducción significativa en la hambruna que actualmente lo ataca. Lo repito, una nueva meta personal.


            Aprender y tomar lo mejor, estas son sólo dos de las razones por las que amo viajar.


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