Elijo elegir
No puedo siquiera imaginar un día de mi vida sin la
posibilidad de decidir entre vestir una falda o un pantalón, recoger mi cabello
o dejarlo suelto, decir –escribir- mi opinión, discutir temas sexuales,
sociales, políticos en público o sentirme realizada por un buen día de
trabajo. Parece increíble que hace menos
de un siglo las mujeres no tenían la opción de decidir. No me considero una
mujer feminista, reconozco las enormes diferencias de género entre hombres y mujeres,
sin embargo, no tolero las diferencias civiles, sociales y culturales que se
nos han adjudicado a lo largo de tantos años.
Es cierto que en un inicio, la
incursión de las mujeres en el ámbito laboral fue planeada para solventar la
crisis económica, era necesaria la mano de obra barata y entonces se
nos dio la “bienvenida” a la participación económicamente activa. Me cuestiono
hasta que punto la libertad sexual es una lucha ganada o una estrategia para
evitar la sobre población, quiero pensar que tiene un poco de ambas, lo mismo sucede
con la posibilidad de trabajar y estudiar una carrera universitaria.
Las luchas
impulsadas por y para mujeres han abierto brechas inimaginables para nuestras
abuelas o bisabuelas, no nos han dado sólo la oportunidad de trabajar fuera y
dentro de casa como muchos creen, nos han otorgado la posibilidad de decidir.
Como mujer contemporánea, trabajadora y con muchas dudas existenciales, creo
que hoy es mucho más complicado que antes encontrar el punto adecuado de
equilibrio para sentirnos bien con nosotras mismas y en este punto me refiero
sólo a las mujeres ya que vivimos en una sociedad en plena transición. Quién no
se ha sentido culpable por tener dudas con respecto a tener hijos, disfrutar de
una vida sexual placentera, por la idea de trabajar tiempo completo y descuidar
el planchado y lavado de la ropa de sus esposos o el llevar a sus hijos a la
escuela. Estamos en un punto en el que todo es cuestionable y criticable, si te
dedicas al hogar eres una mujer anticuada, dejada, abnegada; si trabajas,
descuidas a tu familia, los deberes de la mujer en casa, a los hijos y al
marido. Hasta el hecho de hacer todo y hacerlo bien es causal de crítica, nos
llaman tontas por creer que nos hemos emancipado cuando en realidad estamos
cubriendo más roles y actividades que en
años anteriores. A pesar de todo, creo
que estas críticas no están valorando el punto focal, la libertad de decidir.
Un buen amigo siempre decía, “la verdadera libertad es elegir nuestras propias
ataduras” repito, “elegir”. Es allí donde está el verdadero sentido de la
emancipación, en la posibilidad de decidir qué es lo que queremos de nuestras
vidas y construirlas.
Como he escrito anteriormente, agradezco infinitamente a las
mujeres que han luchado por darme esta posibilidad, y reconozco la
responsabilidad que tengo para hacer lo mismo a favor de las generaciones más
jóvenes. Por que, a pesar de lo mucho que se diga, este camino no ha sido
recorrido en su totalidad.
Para rematar y no quedarme con las ganas de decirlo, me
dirijo a ustedes, hombres, la misoginia no es una virtud graciosa, es el espejo
de las inseguridades.
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