Viajero
Me siento un poco esponjoso y fofo, tantos climas diversos han dejado estragos en mis páginas. Aún recuerdo el día que dejamos nuestra casa para dar inicio a esta aventura, sí aventura, los viajes siempre lo son. Ella decidió llevarme, consideró que sería un buen compañero, y creo que lo he sido. Iniciamos con el ajetreo de los aeropuertos, yo también puedo sentir el estrés de las bastas revisiones de seguridad, pasar por las bandas magnéticas no es tan agradable como algunos pensarían. Haciendo una analogía, es similar a los estudios de rayos X a los que en ocasiones deben someterse. Mi composición, un tanto robusta, no facilita las cosas, principalmente cuando se trata de meterme en una bolsa atiborrada de objetos necesarios en un viaje largo. Si me lo preguntan, lo que más me desagrada es el acompañarla al baño, ¡nunca existe un lugar apropiado para dejarme!, y como lo dije antes, la bolsa va atiborrada. Después del ajetreo previo a tomar un vuelo, viene la calma, me convierto entonces en el centro de atención por varias horas, bueno, siempre y cuando no venga en las televisiones del avión la serie “Friends” porque entonces me dejan a un lado por un rato. Mi solapa, en un principio, se dobla y desdobla, le recuerdo las letras y páginas faltantes, pero conforme pasan las horas, no es suficiente y entonces llega mi amigo el separador. A pesar de que tiene un nombre con connotación un tanto negativa, no lo es, somos grandes amigos y compañeros de viaje. Es muy simpático, se puede ver a través de él y tiene una pequeña lupa en el centro, aunque mis letras no son tan pequeñas, puede ser útil en otras situaciones. Yo lo llamo lupa, y creo que no le desagrada.
Nuestro primer destino tenía un clima bastante húmedo y caluroso, creo que eso explica esta sensación fofa y esponjosa, me sentí bastante raro, hasta mi olor cambió. Pero no puedo negar que la brisa del mar sobre mis hojas es estimulante y relajante a la vez. Definitivamente el estar en la playa me ha cambiado, pude escuchar las olas del mar, percibir como el cielo se le asemeja y en algún punto se unen para ser uno solo. Únicamente tengo un reclamo, la arena, se entrometía entre cada página, creo que todavía conservo algunos granitos cerca de mi lomo. Es necia, no importa cuantas veces seas sacudido, sigue allí. Lupa también la sintió, pero luego de un pequeño remojón en el agua clorificada de la alberca sus problemas se resolvieron. La temperatura es muy alta, el sol imponente y la humedad me eriza, sin embargo, todo se tolera por unos días cerca del mar. Desafortunadamente, no puedo interferir al planear los viajes, en caso contrario, visitaría el bosque, creo que es allí a donde pertenezco. El aire fresco con olor a pino me aclara emocionalmente, es maravilloso por un momento perder el cielo y encontrar sólo follaje. ¡Qué decir sobre su sonido!, es simplemente inspirador, el movimiento de los árboles y el crujir de sus troncos. En fin, después de nuestro destino playero tomamos un autobús, estuvimos allí por varias horas, se sintieron como minutos según ella y lo atribuye a mi compañía, lo cual me provocó una especie de crecimiento momentáneo, entonces recordé que en algún momento mis páginas se agotarán y mi destino será incierto, entonces retomé el piso. Viajé dentro de la bolsa atiborrada, disfruté del pequeño pueblo a través de mis esquinas que sobresalían. Es un lugar muy pintoresco con arquitectura colonial, una catedral muy antigua decorada con flores de papel de varios colores, supongo que tuvieron alguna celebración religiosa. Nos detuvimos en la plaza principal, podía percibir el canto de las aves, el movimiento de la gente y el olor a la fritanga. Entonces escuché que nos encontrábamos en Mérida, Yucatán. Al atardecer, se dejó escuchar la marimba, muchas personas vistiendo guayaberas, llenaron el centro de la plaza con sus pasos de baile y sus enormes sonrisas, hombres y mujeres gozan de la música, del espacio público y los aplausos de los espectadores. Aunque sigo dentro de la bolsa, puedo percibir el ambiente festivo que nos rodea. Se toma una pequeña pausa y entonces entro en la escena. Es un pequeño café con una decoración muy peculiar, techos y muros forrados con madera un tanto desgastada por el paso de los años. Quién soy yo para juzgarlo, lo mismo me sucede, especialmente si termino en una librería de reventa. Pasamos varias horas en este lugar, apacibles, tranquilos y concentrados uno en el otro. Con cierta frecuencia ella expresa cuan complacida está con mis letras, con mi mensaje y agradablemente, siento que he cumplido. El aroma del café completa esta velada perfecta, escucho los pasos de los comensales, algunos más ruidosos que otros, pero no logran distraernos; risas, carcajadas y hasta gritos. Ahora caminamos por las bellas calles de esta ciudad, el sol se ha escondido y el viento nos rodea, es cálido y húmero. Ahora viajo en su mano, contemplando las imágenes urbanas y rurales que se mezclan en una ciudad como ésta, sé que vamos a descansar, ha sido un día largo para ambos. Desconozco el mañana, es parte interesante de mi vida, pero al menos por hoy, sé que he sido un buen compañero de viaje.
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