Balance

Haciendo un balance mental y financiero, he podido darme cuenta de la situación económica que vivimos la mayoría de los mexicanos, específicamente los que trabajamos en el sector formal. Este inicio de año me ha forzado a organizar mis finanzas y planear qué impuestos voy a pagar primero y cuáles pueden esperar. Como trabajadora pago alrededor del 25 al 30% de mis ingresos a la recaudación de impuestos federales. Hace ya muchos años, estudiando en la escuela primaria, me enseñaron que el gobierno me garantiza que algunas de las necesidades básicas deben estar cubiertas, éstas se refieren a la salud, la seguridad y la educación, gracias a las anteriores es posible trabajar y comprar el alimento.
Son mis derechos y están garantizados constitucionalmente gracias al pago de mis impuestos o al menos eso me enseñaron. Ahora que soy adulta me doy cuenta que desde hace más de 12 años que me inserté en el mercado laboral formal y he pagado impuestos he estado pagando más de dos veces por cada una de estas garantías constitucionales, es decir; he adquirido un seguro de gastos médicos mayores -y creo que no debo explicar el por qué no utilizo la seguridad social- a pesar de que pago oportunamente mi cuota quincenal para estar incorporada el Instituto Mexicano del Seguro Social, le pago mensualmente a una compañía de seguridad para que proteja el área donde se encuentra ubicada mi casa, tengo un contrato con una empresa de alarmas la cual, monitorea las 24 horas del día la seguridad de mi hogar y por si se logra burlar todo lo anterior, he adquirido un seguro para proteger los bienes de mi casa, que si  bien no pueden ser de gran valor sí representan todo con lo que cuento. ¿Qué no la seguridad estaba garantizada? ¿No he estado pagando por todo esto? Y entonces, ¿en qué se utilizan los pagos que he hecho del impuesto municipal, estatal y federal?
Durante varios años intenté conseguir una beca para estudiar un postgrado en el área de las humanidades en alguna universidad pública de México u otro país sin lograrlo. Se me informó que el CONACyt ya no otorgaría becas a estas áreas de estudio y se limitaría a la ciencia y tecnología. Después de mucho tiempo de búsqueda logré, irónicamente, obtener una beca en una universidad privada reconocida mundialmente, estudio un postgrado y pago menos de lo que cuesta actualmente un semestre en la universidad pública de mi estado. Es bastante común ver como a pesar de la garantía constitucional que protege la educación gratuita, al menos hasta el nivel secundaria, muchos padres deben pagar cuotas y en caso de tener esta posibilidad, inscribir a sus hijos en escuelas privadas buscando una educación de mayor calidad. ¿Se han preguntado alguna vez por qué los padres deben pagar los altos costos de clases extra curriculares como karate, fútbol, música, artes plásticas, inglés, etc.? Nuestro gobierno no considera que estás áreas tengan prioridad en nuestro sistema educativo y no son impartidas en las escuelas públicas y en caso de contar con estas clases, son de muy baja calidad. Seguimos pagando doble, ¿o triple?
Tengo la fortuna de contar con un ingreso que me permite comprar tantos seguros contra tantas situaciones imprevistas, tener alimento, vestir y conducir un automóvil, pero, ¿cuántas personas en este país tienen esta posibilidad? y de tenerla, ¿no podríamos invertir todo este dinero en tener una mejor calidad de vida? podríamos salir de vacaciones, conducir un mejor coche, ¡ahorrar!, lo cual considero lo más importante, ya que lamentablemente ni un retiro que me permita vivir decentemente tengo asegurado.
Así que después de hacer este balance, creo que tengo todo el derecho de estar molesta con mis gobernantes, que no son otra cosa más que los administradores de parte de los recursos que yo obtengo como fruto de mi trabajo. Y la palabra “molesta” me parece bastante benevolente. 
Además de todo lo anterior que me siguen adeudando, ahora ni siquiera la vida está garantizada, ¿no debería ser lo primero en garantizarse? Sin ella, no existe nada más, sin embargo, percibo como se generan y aplican “estrategias” que ponen en peligro mi vida y la de todos los ciudadanos sin siquiera planearlas adecuadamente. Tengo miedo de salir a la calle a comer un elote en mi “changarro” favorito, ¡un elote!, no estoy hablando de moverme en zonas adineradas. 
En fin, ya debo dejar de escribir e ir a trabajar para poder pagar los impuestos obligatorios de este año y con esto asegurar mis derechos básicos como la salud, la seguridad y la educación. 




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