Duda Metódica
Diariamente tomamos decisiones simples y complejas, cuestionamos las acciones próximas; ¿tomare café?, ¿serán nutritivas estas galletas?, ¿será lo mejor para mí? Pero el cómo lo hacemos es lo realmente relevante. Decidimos auxiliados por la mente y por nuestros sentidos los cuáles nos han enseñado la mayoría de las cosas que hoy conocemos. Descartes dijo: “Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y más verdadero lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado que a veces tales sentidos me engañan, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado alguna vez.” Es bastante razonable esta postura o ¿no? Constantemente reafirmamos que no podemos volver a confiar en algo o alguien que alguna vez nos ha engañado, o al menos, es más difícil hacerlo; pero, ¿esta postura incluye nuestros sentidos? No hay duda de que alguna vez nos han engañado, de que lo que percibimos nubla en ocasiones la realidad y nos hace entenderla de manera distinta es decir, poco objetiva. Entonces, la pregunta radica en si ponemos en duda y cuestionamos a nuestros sentidos o hemos decidido volver a confiar en ellos rotundamente a pesar de que reconocemos que nos han engañado. Aquí es donde pongo en práctica la duda metódica, es cuestión de, aunque sea por un momento, dudar de la veracidad de lo que percibo, de lo que mis ojos creen es real, de lo que mis oídos asegura haber escuchado, de lo que mis manos aseguran haber tocado. Dudar es más difícil de lo que parece, implica incorporar a nuestros pensamientos toda una gama de posibilidades, en ocasiones indeseadas, que pueden empañar la belleza de lo sentido. Yo dudo, dudo de que la luna sea tan bella como mis ojos lo aseguran, de que el mar sea infinito y el universo estático; dudo también de mis dudas, de mis creencias arraigadas desde la niñez, dudo de que el ponerme calcetines durante las tormentas me proteja de ser sorprendida por un rayo, tal y como lo aseguraba mi abuela, sin embargo, al estar presenciando la tormenta también dudo no hacerlo. Esta práctica me ayuda a poner los pies en la tierra, a dar el valor correcto a lo que me rodea y a hacer a un lado lo irrelevante, a cuestionar y cuestionarme, pero ante todo, puedo asegurar, que lo que creo es el resultado de la duda y por lo tanto del cuestionamiento, entonces; lo que creo me define, me hace única y me obliga a dudar de nuevo.
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