Re-viviendo
Con cierto temor, nerviosismo y un poco de entusiasmo entré a Ciudad Juárez después de mucho tiempo, tanto como esta incongruente y absurda “guerra”. Empecé por tratar de reconocer los alrededores, los tristes y grises escenarios que retrata Anapra, la recuerdo como un cinturón de pobreza, famoso por ser uno de los lugares donde se han encontrado más cuerpos de mujeres ultrajadas y asesinadas, colonia de migrantes mexicanos y latinoamericanos, trabajadores de maquiladora principalmente; visité este lugar hace ya muchos años cuando realizaba un estudio sobre la incorporación de las mujeres al campo laboral en empresas de manufactura y sus repercusiones sociales; no ha cambiado mucho, se han incluido en el escenario policías federales encapuchados más o menos en cada tres o cuatro cuadras.
Pasamos un retén militar en el cual nos piden descender para revisar el auto. Esto sí es novedoso, al menos para mí, antes era una zona donde no había presencia policiaca. Seguimos avanzando y trato de reconocer una casa en alto en la cual muchos años atrás estuve en una fiesta entre amigos, en esos tiempos en los que viajar a ¨Juaritos¨ era un privilegio y un gusto, veo una casa y expreso en voz alta “esa era”, sin embargo al seguir avanzando dudo de mis recuerdos, como una clara fotografía puedo asegurar que de la terraza de esa casa se podía ver El Paso Texas, exactamente a la altura de UTEP, recorremos lo conocido como el “bordo”, es decir, el límite prácticamente desprotegido -a simple vista- entre los Estados Unidos y México y entonces me siento confundida y un poco desilusionada al no encontrar la casa que buscaba. Aproximadamente 10 minutos después veo con gran emoción la preparatoria Alta Vista, recuerdo haberla visitado y mejor aún recuerdo las grandes experiencias que escuché sobre esta prepa en voz de uno de los amigos entrañables que tenía -tengo- en “Juaritos”. Luce igual, todavía se conserva la tradición de mantener los muros aledaños repletos de graffiti con mensajes sociales. Por un momento sentí como si el tiempo hubiera regresado.
Pasamos un retén militar en el cual nos piden descender para revisar el auto. Esto sí es novedoso, al menos para mí, antes era una zona donde no había presencia policiaca. Seguimos avanzando y trato de reconocer una casa en alto en la cual muchos años atrás estuve en una fiesta entre amigos, en esos tiempos en los que viajar a ¨Juaritos¨ era un privilegio y un gusto, veo una casa y expreso en voz alta “esa era”, sin embargo al seguir avanzando dudo de mis recuerdos, como una clara fotografía puedo asegurar que de la terraza de esa casa se podía ver El Paso Texas, exactamente a la altura de UTEP, recorremos lo conocido como el “bordo”, es decir, el límite prácticamente desprotegido -a simple vista- entre los Estados Unidos y México y entonces me siento confundida y un poco desilusionada al no encontrar la casa que buscaba. Aproximadamente 10 minutos después veo con gran emoción la preparatoria Alta Vista, recuerdo haberla visitado y mejor aún recuerdo las grandes experiencias que escuché sobre esta prepa en voz de uno de los amigos entrañables que tenía -tengo- en “Juaritos”. Luce igual, todavía se conserva la tradición de mantener los muros aledaños repletos de graffiti con mensajes sociales. Por un momento sentí como si el tiempo hubiera regresado.
Con la intención de cruzar a Estados Unidos, entramos al centro de la ciudad para enfilarnos con un par de cientos de autos más, al recorrer las calles del centro es devastador ver la situación en la que se encuentra, destruido, abandonado, desolado. Los locales mayormente cerrados y sin tanta vida como en el pasado. Dimos vuelta en la calle de los “tacos marranos” como eran conocidos en mi círculo familiar, es un “restaurancito” que conocí gracias a mi padre quien solía llevarnos a cenar allí. Con sorpresa vi que el “Open” -un bar al que solíamos ir a divertirnos- estaba exactamente al lado de los tacos que frecuentaba de niña. Pasé muy buenos momentos en este bar acompañada de buenos amigos, recorríamos las calles del centro riendo a carcajadas, contando las aventuras del día y de antaño, esas que siempre te hacen reír aunque las hayas escuchado más de 15 veces.
Entonces me di cuenta, la ciudad es de la gente, de sus recuerdos, de las imágenes que atesoramos a través del tiempo, ¿en qué momento nos distrajimos?, ¿en qué momento perdimos la ciudad? En este caso hablo de Ciudad Juárez, pero podría ser cualquier otra ciudad de nuestro hermoso México, lamentablemente, pasando por situaciones igualmente dolorosas.
La gran fuerza económica que representó esta frontera era lo único que les importaba a muchos, nunca se preocuparon por la calidad de vida de la gente, por la cultura, por el arte, dejaron de poner atención en el ser humano y se enfocaron en la fuerza de trabajo que representaban y las consecuencias son tristemente visibles.
Hoy hablo de Ciudad Juárez, pero el aprendizaje debe ser generalizado, debemos apostarle a la humanidad, a la vida y a la paz, todo lo contrario sólo persigue intereses económicos que benefician a unos cuantos.
Comentarios
Publicar un comentario