¿Quién no lo recuerda?
¿Quién no lo recuerda? El brillo del sol imponiéndose sobre nuestros pequeños rostros, el caluroso viento moviendo a toda velocidad nuestros cabellos sudados, muchos más como nosotros recorriendo la cuadra buscando una lata torcida que guarde en su interior silenciosamente el lugar donde decidimos voluntariamente ocultarnos, el sonido del choque entre las diminutas piedras y el contorno de la lata torcida devela que hemos sido vistos…
Largas conversaciones al pie de un verde y frondoso sicomoro, risitas, confidencias. Un repentino pero determinante grito de nuestras madres nos hace reaccionar, debemos regresar, aunque sea por un momento, al encierro en el hogar. Pero lo sabemos, estamos seguros de eso, es momentáneo, “la bici”, el viento, el sol, la lata, el árbol nos esperan. Es una espera larga para todos… pero el reencuentro llega y es todavía mucho mejor que como lo habíamos imaginado.
Una dulce melodía empieza a resonar a lo lejos, nuestros oídos se abren y todos sabemos lo que hay que hacer: ¡correr! , a menos que estés dispuesto a perderte ese milagro diario que llega hasta tus manos convertido en helado rosado (aunque debo aclarar que el de nuez es mucho mejor).
La melodía se dispersó, se llevó consigo nuestras horas de libertad bajo el sol, esas horas que nos daban la oportunidad de aprender sobre insectos sin libros, de animales sin que fueran de nuestra propiedad, sobre el afable sentido de la amistad, la unión y la complicidad.
No es sólo el repentino grito de nuestras madres lo que nos separa ahora de tal aventura, no se debe a la caída de la luminosa noche, la cual tarde o temprano culminará con el creciente sol dando inicio a un nuevo día. No, no se trata sólo de eso. La obscuridad nos ha encontrado en plena luz del día.
La dulce melodía no se escucha más, los pequeños y dulces pasos de la infancia están resguardados, no conocen más la dulce sensación del libre pedaleo, de la aventura diaria que se escribía al regresar de la escuela y aventar la mochila.
¿Cómo podemos pedirles que sean libres, independientes, aventureros, cuando la realidad los ha envuelto entre muros, rejas y sólo reconocen aquel que fuera nuestro paraíso a través del cristal de una ventana?
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