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Puntos suspensivos de la tierra al cielo, árboles danzando al ritmo del viento, sus hojas vuelan de lado a lado y no encuentran el mejor lugar para detenerse; nubes de diversas formas se trasladan radiantes por el azul firmamento; las estrellas se han ido a pasear, salieron de la montaña y desaparecieron en el infinito; el sol, siempre radiante, lanza voz de alegría a su alrededor, intenta sonrojar a todos los dispuestos y a quemar a los que no lo están; rayos impregnados de vida y fuerza, pierden su validez al caer sobre los distraídos seres humanos; ellos caminan y gritan de un lado a otro, hablan de vivir, pero no saben cómo, dejan pasar el tiempo ocupados en discusiones, correr y hacer dinero; pasan sus días buscando la riqueza, la misma que ya tienen sobre su cabeza; el cielo es suyo, la luz los ilumina, sin embargo, reniegan y reclaman sin darse cuenta que se les ha dado todo. No hay tiempo para mirar al cielo, puesto que la ruta del autobús puede pasar y encontrarlos distraídos y aún así no se dan cuenta de que constantemente los está observando y es el único testigo de sus actos humanos. Sin prejuicio los ha admitido, le da vida y esplendor, pero aún no entendemos para qué se pintó un paisaje tan hermoso si no tenemos los ojos abiertos para admirarlo.
Caminar sin mirar, no importa, es eterno; pero cuando estés verdaderamente ciego no te lo quieras comer de un sólo sorbo.
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